Nací en San Pedro del Pinatar, un rincón bañado por la luz del Mediterráneo, donde las casas bajas y blancas se alinean con el horizonte marino delimitado sutilmente por las playas de fina arena. Crecí entre el susurro de las olas y la brisa que acaricia las dunas, pobladas de una naturaleza dura pero inspiradora. Estas imágenes se convirtieron en mi primera y más profunda fuente de inspiración. Como dijo Alvar Aalto, "La naturaleza, no la arquitectura, es la gran maestra."
El mar, con su incesante vaivén, y la vegetación costera, siempre presente, fueron los escenarios que moldearon mi manera de ver el mundo y, eventualmente, de concebir el espacio.
Es en esa naturaleza donde encontré mis primeras lecciones de diseño y armonía.
"La madre naturaleza es la única gran arquitecta".
Desde bien temprano, la música se entrelazó con esta conexión, creando una sinfonía de sensaciones que aún hoy influye en mi trabajo, componiendo melodías que, de alguna manera, siempre hablaban del mar.